7.4.10

Gilberto Castellanos: Seis fragmentos y un poema


A la familia Castellanos Tenorio, con todo mi afecto.

Que Gilberto Castellanos Tenorio murió, ¿es cierto?, me dice un amigo por Messenger, al comenzar esta tarde, 7 de abril. Incrédulo, no supe qué hacer más que confirmar lo funesto: fue al mediodía. Mis amigos de e-consulta me piden que escriba algo sobre él, mas sólo atiné a elaborar fragmentos de tiempo compartido con el mejor poeta poblano, pero todavía mejor amigo y ser humano. Que en paz descanse.

I
Era como sus libros: gentil, vasto, generoso, sorprendente y sonoro. De mi primer encuentro con él arriba la transformación del ceño adusto y la mirada fija, penetrante, inquisitiva, en una risa que celebraba el hallazgo, el placer de la palabra, la vida, quizá a propósito de alguna broma hecha a costillas de algún poeta de gran calibre. Tras ello la lección y la apabullante memoria: «En la página 345 de la segunda edición publicada por Aguilar de la  Poesía Completa de Pedro Salinas (invento, mi memoria es ínfima), en el verso número tal se muestra claramente la figura retórica que mencionas». La búsqueda insatisfecha del texto para corroborar la cita se resolvía en la siguiente visita a su oficina: el libro reposaba en el escritorio del maestro Gilberto (nunca pude tutearlo, a pesar de sus peticiones) y con el separador en la página mencionada. Minutos después, como casualmente, deslizaba en la charla un  «Recordé lo que decías la vez anterior que nos vimos, y te traje esto…», mientras alargaba la mano y te daba el libro. Desde entonces las visitas a su oficina en jueves o viernes por la noche se volvieron costumbre que duró años, hasta que el ingrato desdén de la torpe burocracia lo sacó de la Casa de la Cultura, en el tremendo 1994.

II
También de esa primera visita a la oficina de la 5 Oriente 5 asoma —desde mi librero me observa— un libro delgado de portada casi naranja y tipografía negra. El mirar del artificio. Ochenta y ocho páginas cargadas de incitaciones, preguntas, visiones, lecturas, relecturas, versiones, apropiaciones… y trabajo, mucho trabajo hecho en las riberas de la alta noche a donde, con el afán, pulcritud y precisión que lo caracterizaban, diariamente y a pesar de todo llegaba para «pegar dos palabras». Con él ganó el Premio Latinoamericano de Poesía «Colima 1982», pero una serie de problemas —que Gilberto, divertidísimo, relataba— hicieron que se publicara hasta 1985. Casi veinte años después lo volvimos a leer —en voz alta— en la sala de su casa, como parte del trabajo que implicó la edición de Como podar la luz, en una experiencia memorable donde el lenguaje materializó la mirada, volviéndola el instrumento que nos otorga, deliciosamente, un lugar en el mundo.

III
Salvo lo hecho por el peruano Óscar Rivera Rodas y el argentino Alberto Julián Pérez, la academia no se ha ocupado de hacer un estudio profundo, formal, de la obra de Gilberto. De entre los poetas poblanos, sólo Moisés Ramos y Juan Jorge Ayala han levantado la voz, con enorme fortuna, para hablar de la poesía de Gilberto Castellanos. Las instituciones también lo han ninguneado. ¿Qué se hizo de la pública y formal petición de otorgarle el merecidísimo Doctorado Honoris Causa?

IV
Tras saber de su muerte busqué su presencia en mi librero. Nueve libros de poemas. Ya no alcanzamos a platicar de Omnívaga, aunque este poemario lo conocí en su versión preliminar. Minutos después me enteré de que la Secretaría de Cultura publicará próximamente otros dos: Trama del día y El árbol y el viento; este último lo leímos en su libreta, con su puño y letra, cuando le llevé las pruebas finas de Caudal. Miré de nuevo la viñeta a lápiz que ilustra la portada de Como podar la luz —dibujo de una serie de más de cuarenta «máscaras» dibujadas por el maestro Gilberto, el cual tanto costó conseguir para elaborar la portada— y confirmé lo que siempre había imaginado de él: un hombre transfigurándose en frondoso árbol, o al revés. Bajo su clara sombra, parafraseando a Paz, guarezcámonos.

V
Gilberto Castellanos siempre reclamó lectores y diálogo. Hay que leerlo, no hay mayor homenaje. De Arcángide (2001), texto que conocí de su voz en 1991, uno de sus poemas que más me gustan:

B
Ven, seamos un desfile de conciencias
flageladas, la vela cínica del naufragio,
aquel torso insatisfecho por los golpes,
así crecieron monarquías y soberbias,
lo deshumanizado del foete, metal
combustible en los bolsillos, lo sacro
en su almacén de secretos al futuro;
edad tras edad la pasión hizo altares,
carne de la historia, andar aherrojado;
el amor nunca pierde el sufrimiento,
trae poderío, rehace la devastación,
inventa suplicios que avisó el ayer.

VI
Quisiera contar más cosas de Gilberto: de las interminables charlas literarias aderezadas con grandes dosis de noche; del gusto con que llegaba a mi anterior casa a cortar limas para hacer la peninsular sopa; del gusto compartido por los textos de Michaux, Cummings, Owen, Paz, Pessoa, Borges y tantos escritores más, pero no todos; de su afán por organizar y difundir la cultura donde hubiera que hacerlo, ya fuera con un periplo del polvo de la Mixteca a la lluvia de la Sierra Norte o a cámara desde el Cerro de La Paz. No puedo, mi tristeza por el amigo ausente me agobia. Me quedo con su voz contándome de los éxitos de sus hijos, del gusto por las ejecuciones al piano de su esposa, de la sonrisa que le afloraba al hablar de la primera nieta. Con su voz fuerte, espíritu firme y escritura incansable, sin mella, a pesar de la menguada salud. Y, por supuesto, con su enorme e incondicional amistad. Está en mejor sitio, lo sé.

Bibliografía de Gilberto Castellanos
Poemas
El mirar del artificio (Premio Latinoamericano de Poesía «Colima 1982»). Katún, INBA, SEP, 1985.
Yacimientos del verano. Secretaría de Cultura, Gobierno del Estado de Puebla, 2000.
Rama del ser. BUAP–DGFE, 2001.
Semillas de barro. BUAP–DGFE, 2003.
Arcángide. Colibrí – Secretaría de Cultura, Gobierno del Estado de Puebla, 2003.
Caudal. BUAP–DGFE, 2005.
Letranía. BUAP–DGFE, 2007.
Savia. BUAP–DGFE, 2008.
Omnívaga. SEP–BINE–BUAP, 2009.
Ensayo
El árbol de vida: Desiderio Hernández Xochitiotzin. (En coautoría). Gobierno del Estado de Tlaxcala, 1997.

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