12.10.09

Liquidación nocturna en Antonio Caso e Insurgentes


Este texto, que también se publica hoy en el diario digital E-consulta, me sirve para retomar la actividad propia de este espacio al que tan poca atención le he dedicado. Hoy toca de hablar de esto, pasado mañana de aquello, y así (los lunes habrá algo nuevo). De todo, como en buena tienda de raya, habrá. Buenas noches, y muy buena suerte.


La medianoche no explica la ausencia de la común cantidad de vehículos y gente que transitan los sábados por Insurgentes norte, a la altura de Antonio Caso. Un creciente coro de pitidos y gritos lo sustituye. ¿Acaso la gente decidió trasladar el festejo desde el Ángel a lo que era el Lobohombo, hoy moderna estación de bomberos?
     No es así. El suceso ocurre enfrente: afuera del edificio del Sindicato Mexicano de Electricistas unas 300 personas se mueven en la penumbra salpicada con los destellos luminosos de patrullas, autos detenidos y un par de metrobuses que no pueden avanzar, pues la avenida y sus aceras han sido bloqueadas por la multitud que va creciendo, con algunas camionetas y hasta un triciclo que vende café y tamales. Desde la escalera para ingresar al edificio una voz exige que se retire el bloqueo y no se caiga en provocaciones.



     Otras luces salpican la escena, son los flashes de cámaras fotográficas y reflectores de videocámaras que captan las arengas que miembros del comité directivo del SME dirigen a sus agremiados, tratando de explicar a gritos —todos los equipos de sonido fallaron esa noche, y no es posible evitar preguntarse si de igual manera operan los equipos de Luz y Fuerza del Centro, si así conectan los cables…—. Y también las pantallas de los teléfonos móviles iluminan esa esquina de penumbras —machetazo a caballo de espadas: justo ahí el alumbrado público no brilla—: a punta de llamadas, mensajes de texto, correo-e y hasta twitts. Los social media dan la señal de arranque de esta batalla nocturna.
     Llega gente a cada minuto. La convocatoria electrónica funciona. A eso de las 00:30 ya hay el doble de personas. La ira y el pasmo se reflejan en el discurso. «Es la venta nocturna de Los Pinos… lo que quieren es la infraestructura y la red de fibra óptica para hacer negocios privados... eso buscan Lozano y Calderón», dice un trabajador a quien le falta un año para jubilarse. Los de debajo de la escalera llaman a marchar a las instalaciones de LyFC, retomar instalaciones, oscurecer la ciudad, armar la pasar de una revuelta sindical a la revolución y derrocar al espurio. La dirigencia llama a la calma, mencionan que el comité directivo está en sesión, que se prepara una respuesta legal, que haya calma, que hay apoyo de muchos sectores. Pero ganan la desarticulación de ideas y el inmovilismo, aspecto extraño en la larga historia combativa del SME: nadie sabe qué hacer. La única acción tomada es moverse del edificio de Insurgentes al antiguo local de Antonio Caso, a la vuelta, frente al edificio del sindicato de trabajadores del Distrito Federal, en la vecindad del inmueble de la FSTSE. A esperar las directrices del comité central.



     La calle de los trabajadores, la llama uno de los líderes. Antonio Caso, de Ezequiel Montes a Insurgentes norte, mide unos 120 metros de largo por 15 de ancho. Ya pasa de la una de la mañana y unos ocho mil desvelados la abarrotan con cuerpos y gritos. Hombres y mujeres jóvenes y viejos, en activo y jubilados, no pueden y no quieren borrar del rostro la mezcla del desvelo, la sorpresa de la liquidación nocturna de la empresa, la rabia de perder el trabajo, pero, sobre todo, el trato que el gobierno les ha dado: espionaje, acoso legal, amenazas y demás parafernalia que aderezan la ensalada de la nueva cultura laboral. «Calderón, más huevos tiene mi hijo el maricón», dice una aguerrida mujer cuyas canas le dan fuerza a su grito. Desde el balcón del edificio, que tardó casi una hora en ser abierto, se anuncia la solidaridad de organizaciones que han enviado delegados con mensajes: STUNAM, CNTE, PRT, PCM, PRD, Las Margaritas: todos dicen que el SME no está solo, y los trabajadores responden a todo pulmón.
     A las dos de la mañana el Seven Eleven frente al edificio sindical ya no tiene nada qué ofrecer, sus vituallas resultaron insuficientes para atender las demandas de café, bebidas y alimentos. Ni pensar en el Sanborn's de la esquina de Insurgentes, cerrado desde hace horas. Desde la esquina de Ezequiel Montes llega el rumor de los grupos de organizaciones solidarias y el aroma de unos tacos de pastor demasiado rojos para incitar a comerlos…



     Hacia las tres y media la noche no ha podido contener arengas y protestas. El sonido de la Asamblea General del SME, que finalmente ha podido ser llevado a las bocinas para que las bases escuchen la discusión, anuncia en voz del líder, Martín Esparza, que habrá una concentración a las nueve de la mañana del domingo, en el vecino Monumento a la Revolución, donde se determinará el rumbo de una marcha y se darán a conocer las acciones de lucha para aniquilar el decreto presidencial. Al tiempo que exigen la presencia del líder en el balcón —iba a aparecer en él desde la una—, el cansancio empieza a hacer mella en la gente, y poco a poco se van retirando, a aguardar la hora de la marcha, de enfrentar una vez más —quizá la última— las ominosas señales de una batalla de calle y palestra, que se espera larga, difícil, y tremendamente desigual. (Texto y fotografías: Víctor Medina)

Etiquetas: , , , , , , , , , , , , , ,

1 Comentarios:

Anonymous Anónimo dijo...

buen texto, felicidades jefe!

13/10/09, 11:30 a.m.  

Publicar un comentario

<< Inicio

Powered by Blogger